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marzo 7, 2011

Norma de emisiones de termoeléctricas

BY: Oceana

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Justo el día en que el nuevo presidente de Chile asumió su cargo, se venció el plazo de 60 días hábiles para que cualquier persona o grupo presente sus comentarios al anteproyecto de norma de emisiones para plantas termoeléctricas.  Junto con reconocer en este iniciativa una buena oportunidad para avanzar en una materia largamente postergada, el debate sobre el uso de carbón y otros combustibles fósiles no puede agotarse en este modesto espacio que la ley concede a la participación ciudadana. 

Como primer punto debemos preguntarnos si el carbón, petróleo o petcoke son alternativas energéticas que Chile deba seguir usando o incluso promoviendo hacia el futuro. El mundo entero se esfuerza por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que Chile promueve fuentes de energía cuyas emisiones de CO2 son las más altas comparadas con cualquier otra.  De aprobarse los 11 proyectos a carbón que están en trámite, nuestro país podría triplicar su aporte al calentamiento global y acidificación de los océanos. 

Segundo, debemos convenir que en ciertos lugares – por su importancia ecológica, y/o la existencia de comunidades locales asentadas en ellos – la instalación de termoeléctricas simplemente debe estar vedada.  Por ejemplo, en el área de Punta de Choros e Isla Chañaral se encuentran dos reservas marinas recientemente creadas, que albergan la más importante zona de anidamiento de pingüinos de Humboldt y la población residente de delfines nariz de botella más austral del mundo. También es un lugar de paso de varias especies de ballenas.  Con un esfuerzo encomiable, los pueblos y caletas de la zona han sabido aprovechar esta excepcional concentración de vida marina para potenciar las actividades turísticas y manejo de recursos bentónicos, creando numerosas fuentes de empleo en base a actividades sustentables.  Paradójicamente, en este mismo lugar dos proyectos de plantas termoeléctricas buscan su aprobación en la COREMA.   En este y otros lugares de alta biodiversidad y presencia de comunidades costeras, la norma de emisiones propuesta no será capaz de contener los graves impactos ambientales y sociales que numerosos estudios anticipan.

Tercero, los problemas ambientales asociados a las termoeléctricas no se reducen a sus emisiones.  Quizás el daño más grave que producen está dado por el uso o toma de agua del mar para sus sistemas de enfriamiento.  Una planta de este tipo puede succionar 80 mil metros cúbicos de agua del mar por hora, causando la muerte de larvas, plancton y una serie de organismos marinos fundamentales para el funcionamiento del ecosistema.

Ahora bien, considerando que el carbón ya es una fuente de energía significativa en Chile, tiene sentido definir una norma de emisión que, al menos, permita revertir progresivamente el daño ya causado por estas plantas y limitarlo hacia el futuro. Es alentador ver que el anteproyecto en cuestión ha considerado la limitación de las emisiones de mercurio, de material particulado y azufre. Sin embargo, la misma norma no propone un nuevo límite a la temperatura de devolución del agua ni tampoco medidas que reduzcan o desincentiven las emisiones de CO2 a la atmósfera. 

Como podemos ver, el uso del carbón u otros combustibles fósiles para generar energía merece un profundo cuestionamiento.  No se trata solamente de establecer cuáles son las emisiones permitidas (sin desmerecer el avance que eso significa frente a años de omisión del gobierno en esta materia), sino, más bien, de reemplazar –de manera efectiva y viable- una fuente de energía que es barata para los grandes consumidores (como el sector minero), pero demasiado cara para las comunidades locales y el medioambiente. 

Esperamos que el nuevo Presidente de Chile recoja estos aspectos que aún no son abordados y que no autorice – tal como lo escuchamos decir durante su campaña – la construcción de plantas termoeléctricas en lugares como Punta de Choros.