mayo 5, 2023
#MesDelMar: Conociendo más de nuestro océano
BY: Cristian Arroyo
Topics: Protección de hábitats marinos
Chile tiene una de las costas más extensas del mundo, alcanzando los 6.435 kilómetros, hogar de un sinnúmero de especies de importancia para los ecosistemas y también para las comunidades que dependen de ellas. Gracias a la Corriente de Humboldt, que se desplaza de sur a norte, Chile tiene además abundantes pesquerías que son el sustento para miles de pescadoras, pescadores y sus familias.
Chile es también uno de los países a la vanguardia en cuanto a protección del mar. Alrededor del 44% de la Zona Económica Exclusiva del país tiene algún grado de protección, siendo el líder en América Latina y destacándose por haber creado parques marinos en islas oceánicas como Juan Fernández y Motu Motiro Hiva, además de Nazca Desventuradas, el más extenso de la región y que destaca por ser un hotspot de biodiversidad, donde el 72% de las especies de peces que lo habitan son endémicas regionales, es decir, solo se encuentran allí y en el Archipiélago de Juan Fernández.
A estos parques, se suman áreas marinas costeras protegidas de múltiples usos como las de Caleta Tortel en la región de Aysén y la recientemente creada en Pisagua, en la región de Tarapacá, las que combinan actividades económicas de bajo impacto como la pesca artesanal y el turismo, junto con políticas de conservación.
A pesar de los avances, el país aún enfrenta desafíos. La ciencia nacional e internacional ha estudiado ecosistemas de importancia mundial ubicados cercanos a las costas del país, pero que no se han logrado proteger debido a los conflictos de uso que existen y que no se han resuelto hasta ahora. Así, hoy menos del 1% de las áreas protegidas se encuentran en la costa continental y ecosistemas marinos de gran trascendencia como el Archipiélago Humboldt, se encuentran desprotegidos.
Otro de los desafíos en los cuales el Estado y las organizaciones de la sociedad civil están ya avanzando, es en concretar los planes de administración y de manejo para los parques marinos y áreas marinas protegidas ya creadas. Se trata de instrumentos de administración que aseguren la protección efectiva de estas zonas y se cumpla con el fin por el cual fueron creadas. Es así como actualmente, en el archipiélago Juan Fernández, se está trabajando en el plan de gobernanza que permitirá tener un marco administrativo sobre el cual establecer claramente estos parámetros.
En materia de pesquerías los desafíos son aún mayores. De acuerdo con el último informe sobre el estado de las pesquerías nacionales publicado por la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura, el 57% de ellas se encuentran sobreexplotadas o agotadas, y especies de importancia social y económica como la merluza común y merluza austral, arrastran años de crisis sin que se implementen los programas de recuperación que por ley deberían estar en curso. A lo anterior se suman las irregularidades detectadas en las asignaciones de cuotas en ambas pesquerías, situación que se encuentra en manos de la justicia.
Y si profundizamos aún más en materia de sobreexplotación marina, el caso de las macroalgas pardas ha escalado de forma alarmante en las últimas décadas, siendo testigos de una verdadera deforestación en nuestras costas frente a la cual aún no se concretan políticas efectivas que permitan frenar estas acciones. Pescadores artesanales que históricamente se dedicaron a una recolección sustentable del recurso, se ven enfrentados actualmente a complejos escenarios de inseguridad, mientras que los ecosistemas marinos están amenazados ante la pérdida de hábitat, porque es precisamente en estos bosques donde toda la vida marina comienza. Ecosistemas de gran importancia como los extensos bosques de algas de los géneros Lessonia y Macrocystis, característicos de nuestras costas, se ven amenazados por la extracción ilegal e indiscriminada. Estudios recientes han valorado estos ecosistemas en cerca de 147 mil dólares anuales por hectárea.
Si bien las amenazas acá destacadas nos alarman, también reconocemos que el país ha demostrado que es posible llevar a cabo ambiciosas políticas en materia de conservación marina. De esta forma, el impulso que los gobiernos, los tomadores de decisiones y la sociedad civil puedan dar a estas iniciativas de cuidado y regulación se hace más necesario que nunca, en un contexto en el que el mundo entero enfrenta desafíos ambientales como el calentamiento global, un escenario donde los océanos juegan un rol crucial.